viernes, 1 de abril de 2011

Otra mañana


-Buenos días- Me susurré a mi misma, cansada, aunque acabase de abrir los ojos.
En la calle se oían las voces a gritos y las risas de los niños del colegio de al lado.

En mi cabeza se repetían una y otra vez tres palabras, y dos de ellas eran nombres. La noche anterior me había obligado a recordar que tenía que pensar en ello al día siguiente, pero ya no tenía ganas.

Tenía una sensación extraña, como si despues de aquella noche tan larga, algo se hubiera ido de mi, algo que me dejó tranquila, no menos decaída, pero sí más tranquila. Y pensar que hace dos noches había estado temiendo sombras inexistentes y creyendo ver un gato encima del armario...

Anoche pasaba algo extraño, antes de meterme en la cama. Todo me daba pánico, el sonido del viento, un "crack" al pisar algo del suelo, que me rozase la cortina de la bañera mientras me duchaba o cerrar los ojos y sentir como las gotas de agua caían sobre mi cabeza, todo me sobresaltaba y me hacía sentir pánico, desconfianza, como en una pesadilla sin sentido, de la cual te despiertas pensando "menuda tontería" pero mientras dormías morías de miedo. Me preocupaba alcanzar un grado superior en mi enfermedad mental, fuese cual fuese. Pero, qué tonterías, un enfermo mental nunca lo reconocería, yo estaba cada vez más cuerda, pero no estaba acostumbrada a ello, supongo.

Me levanté por fin de la cama y abrí las cortinas, y entonces me dí cuenta de que no había pensado una motivación para ese día, como hacía todas las mañanas, había puesto los pies en el suelo sin pensar en algo bueno para llegar al salón con una sonrisa. Nada que no pudiera arreglar un "dolor de cabeza".
Pensé en ciertos momentos del día anterior, antes de mi ataque de pánico por un simple recuerdo que volvió a mi cabeza despues de mucho tiempo y sonreí, tal vez sí pudiera usar ciertas cosas como excusas para ser feliz. Pero siempre volvía la desconfianza a avisarme de que nunca nada ha podido cambiar todo lo que siento.

Lo cierto, es que, a pesar de aquella sensación de calma no me apetecía bajar al salón, y nadie se había dado cuenta de que me había despertado, por tanto, me tumbé en la cama, encima de las sabanas arrugadas y abracé el cojín que siempre abrazaba cuando lloraba, haciendome un ovillo.
De nuevo mil ideas se agolparon en mi cabeza y sentí que la limpieza de preocupaciones que hice la noche anterior no sirvió de nada.

Odiar a todo el mundo, volver a empezar, encerrarme de nuevo, escribirlo todo, llamar a la persona en la que depositaba una mínima confianza, todo me parecía imposible, no me sentía capaz de nada, porque no quería olvidar para empezar de cero, ni era capaz de odiar por siempre. Odiaba durante mis ataques de ira, cuando me encerraba en mi habitación y me arañaba los brazos para tranquilizarme, cuando gritaba boca abajo en la cama, cuando dibujaba malgastando el pintauñas que me regalaron hace 2 años y que, hasta ahora solo había usado para dibujar.
No quería encerrarme de nuevo, tenía un completo pánico a necesitar encerrarme, preferiría suicidarme antes de ello, no quería volver a pasar por aquello y, llamar a aquella persona... si tan mínima era la confianza, ¿De qué me hubiera servido?

-Ojala volvieras.- Susurré arrepintiendome al instante. Él me había salvado la vida, pero me había dejado algo peor que la muerte. Esta sensación.


[No saben ni la mitad y solo ayuda inspiración]

Estaba cansada de ser lo que era para los demás y de temer serlo para los que aun no me conocían.

No sé si seré capaz de ser sincera.

N.

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