miércoles, 16 de febrero de 2011

Kazul ♥

Abrí los ojos del mismo modo en que los abría despues de días durmiendo, o como si me acabase de recuperar de alguna enfermedad y no recordara nada. En definitiva, como cuando soñaba.
Mis parpados parecían no querer despegarse completamente, como con miedo a ver lo que había fuera.
Puse en guardia entonces el resto de mis sentidos:
Olía a...¿Nata? ¿Es que acaso me habían secuestrado y me retenían en una pastelería o algo por el estilo? y¿Por qué iba a ser un secuestro? Egocentrica...
También olía como cuando me quedaba de pequeña a dormir en casa de mi abuela, a sabanas viejas recién sacadas de un baúl. Olía a polvo.
De repente me entraron ganas de toser, pero quería hacer creer a quien fuera que estuviera en aquella sala que aún estaba dormida. Así que aguanté ese horrible picor en la garganta.
A mi alrededor se oían pasos, zapatos de tacón. Y, estaba segura, por lo poco que veía a través de mis ojos semi abiertos y el tacto de mis dedos en la sábana, que estaba en una cama, o al menos en algo cubierto de sábanas y a una altura parecida.

-¡Estás despierta pelirrojilla!- Se oyó casi a gritos, o tal vez fuera por su voz aguda justo en frente de mi cara.
¿Cómo se había dado cuenta?
Abrí los ojos del todo, entonces, como si estuvieran mis parpados deseando separarse, como si se odiasen, y me ergí, quedandome sentada en la cama y ahogando un grito.
Me quedé mirando a aquella... ¿Chica? Rubia, con pelos de loca. Me dí cuenta entonces de que tal vez tenía una expresión que mostraba toda mi sorpresa en el rostro, y yo nunca mostraba mis sentimientos, aun menos gesticulando. Traté de comportarme y me incliné un poco hacía atrás, ya que aquella chica rubia, estaba tan cerca de mi que parecía que iba a plantarme un morreo en cualquier momento.
-Perdona, soy Tara- "Buen nombre", pensé y se me escapó media sonrisa- Que sepas que te he rescatado- Se alejó de mi entonces, dandose la vuelta y cogiendo un bote de una vieja cómoda que había en la habitación. Parecía un perfume. Pronto toda la habitación empezó a oler a nata.
Sentía demasiado todo lo que había a mi alrededor para estar soñando pero...¡Oh! Tal vez fuera uno de esos "sueños" mios.

Miré a mi alrededor, algo perdida.
La habitación parecía estar decorada con desechos de algún vertedero. Ciertamente, yo estaba en una cama, pero carecía de cabecera y el colchón estaba casi deshecho. Había un espejo con una gran grieta en medio, en el cual se estaba mirando Tara. Poco más adornaba aquella estancia, más que cuadros viejos, o simples marcos, una mesa astillada, tres sillas y media y una alfombra con chicles pegados. Lo que se mantenía en mejores condiciones parecía ser aquella cómoda frente a la que estaba Tara y sobre la que estaba el siniestro espejo. Un rincón de la habitación estaba repleto de cigarrillos apagados y ceniza, formando una artistica montaña, para mi extraña forma de ver el arte. Le habría sacado una foto sin dudarlo.
Luego miré a la chica, vestida con un traje de estampado de leopardo, mirandose al espejo mientras no paraba de vertir sobre su cuello aquel perfume tan empalagoso. Su expresión era de cansancio, pero sus ojos parecían decir "Me da igual el mundo, seguiré luchando". Parecía ese tipo de personas tan cuerda que todos la llaman loca.
Se giró hacia mi y me enseñó el bote de perfume.
-¿Quieres?- Dijo con su voz chillona.
-No... Gracias.- Pronuncié dubitativa. Vale, en un lugar como ese, sin saber como he llegado hasta allí, ¿De verás no se le ocurre otra cosa que preguntarme si quiero su perfume dulzón?
-Oye- Me levanté de la cama pero no dí un solo paso. -¿Cómo he llegado hasta aquí?-
-¡Eso digo yo!- Ya empezabamos con los gritos y el entusiasmo, ¿A qué venía esa sonrisa de histerica?- ¡Tía! Eres lo más raro que he visto nunca, ¿Y esos ojos?- ¿Qué les pasaba a mis ojos? - Estabas entre cajas de cartón, como una vagabunda- Cambió su expresión de repente, y me pareció una niña imitando a una madre enfadada.
-¿Qué me estás contando?- Grité molesta
La chica se me quedó mirando y luego, con los ojos entrecerrados me señaló con un dedo y me dijo casi en un susurro:
-Tú...¿Cómo te llamas?- Definitivamente, estaba loca.
-Tara- Hice una pausa intentando tranquilizarme. Suspiré.- Me llamo Ana-
-Vaya nombre raro...- ¡Anda! ni que fuera la más indicada para decirlo.
- Oye, en serio, me tienes que decir donde estamos- Susurré medio desesperada pero intentando que no se notase.
- Tranqui, estás en Krojopta- Eso sonaba a Ruso.
- ¿Un...pueblo?-
-Ciudad-
-¿De qué país?-
-Ñedve-
-¿Me estás tomando el pelo?- Alcé una ceja - Tía, ¿Dónde estamos?-
- Ya te lo he dicho. Estás loca- Se carcajeó y volvió a su espejo.
Me parecía estúpido, pero tenía que decirlo.
-¿En qué planeta?- Bajé la mirada sonrojada, a pesar de estar hablando con alguien más loca que yo.
Sus carcajadas sonaron demasiado estruendosas.
-¡Kazul!- Siguió riendose. No, descojonandose.
-¡Tía, deja ya de vacilarme!- Grité furiosa. Estaba segura de que esa loca me había secuestrado, y no estaba muy bien de la cabeza. Ella se puso seria de repente.
-Sal a la calle y pregunta a cualquiera, esquizofrénica.- Pronunció con desprecio. Que ironía.
Me dirigí entonces a la puerta de la habitación, dandome cuenta de que todo el edificio era solo eso, una habitación destartalada.

No cerré la puerta, me quedé junto a ella mirando un extraño cielo violáceo en el cual no brillaba sol alguno, sino una enorme luna. Sí, brillaba la luna. Y toda la ciudad parecía estar desierta e iluminada por ella, como si fuera una tarde de verano.
-Me estás...-
-¿Pero cómo te voy a estar vacilando?- Chilló a mis espaldas.
Ahora no había quien ocultara mi sorpresa, me quedé boquiabierta, sin saber qué hora sería, dónde estaba, si era de noche o era de día, cómo había llegado allí o si todo aquello era una broma de aquellos amigos que nunca tuve.
-Otra vez no...- Susurré.


[Nitah]


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